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28 de marzo de 2010

El país se farrea su potencialidad forestal

EL país se farrea su potencialidad forestal
Por: Gonzalo Jordán Lora
La falta de aire comienza a agobiar más que el intenso calor. El humo oscuro de las hierbas se extiende varios kilómetros. Los pájaros huyen despavoridos, no les queda otra opción salvo la de abandonar a sus pichones que se abrasan en el fuego. Mientras se alejan, lloran sin lágrimas. El resto de los animales no tiene tanta suerte. Un pequeño bulto se enreda entre el pecho y cuello de un mono capuchino hembra, la madre salta de una rama hacia otra, trata de escapar, no quiere que su cría sufra, las llamas se dispersan, el calor aumenta, ya no hay dónde huir, al final, los dos mueren asfixiados. A pocos metros, los restos de un jochi calcinado yacen entre las cenizas, sus pequeñas crías, arrimadas al cuerpo de su madre, también perecen. En cuestión de pocas horas, lo que antes era un frondoso bosque, el hogar de cientos de miles de insectos, animales y árboles se convierte en un cementerio color ceniza. Pronto albergará nuevos residentes: vacas, toros, gallinas, productos agrícolas, seres humanos.
En la década de los noventa, la deforestación de bosques primarios en Bolivia estaba en el orden de las 170 mil hectáreas por año, una cifra que ya era bastante elevada. Veinte años después, en 2008, la destrucción de los bosques ha superado las 350 mil hectáreas anualmente, convirtiendo al país en el tercer mayor “deforestador” de bosques tropicales. Por donde se le vea, la tasa de crecimiento anual de la población (2,5 por ciento) es incapaz de justificar este bestial aumento.
Impactos de la deforestación
Rudy Guzmán, ingeniero forestal, advierte que son varios los peligros inmersos en la deforestación. En primer lugar, se encuentra la pérdida de biodiversidad. Bolivia se encuentra entre los 13 países con mayor biodiversidad del planeta. El peso de los países en los diferentes debates internacionales depende de diversos factores, generalmente económicos, políticos y militares. Como en ningún otro aspecto, la biodiversidad coloca al país en una situación muy favorable al momento de tratar temas medioambientales. Por ejemplo, en cumbres como la del Cambio Climático puede ejercer una presión mucho mayor que otros países más avanzados como Chile, pero menos diversos. Si no se toma medidas serias, la depredación puede anular este gran privilegio, que implica también una gran responsabilidad.
Como su nombre etimológico lo indica, la biodiversidad está directamente relacionada con la vida, no sólo en términos de fauna y flora, sino también humana. En la última conferencia mundial sobre la diversidad biológica, el subdirector General de la FAO, Alexander Müller, resaltó la importancia de la biodiversidad para afrontar la “peor crisis alimentaria de la historia moderna” y, al mismo tiempo, advirtió de los peligros que actualmente padece el medio ambiente.
Según datos de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la mayor parte de los alimentos del mundo proceden únicamente de doce cultivos y catorce especies animales. En este sentido, restan muchas variedades de cultivos que podrían ampliar la dotación alimenticia. Sin embargo, se estima que en el último siglo se han perdido alrededor de las tres cuartas partes de la diversidad genética de las variedades de cultivos agrícolas, y que cientos de las 7.000 especies animales registradas están amenazados de extinción. A medida que disminuye la biodiversidad de cultivos y animales, el suministro de alimentos se vuelve más vulnerable e insostenible. “La erosión de la biodiversidad para la agricultura y la alimentación pone gravemente en peligro la seguridad alimentaria mundial”, señala un informe de la agencia de la ONU.
El Calentamiento global constituye otro de los peligros de la deforestación. De acuerdo con datos de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCC), el cambio de uso de suelos es responsable del 20 por ciento de la generación de gases de efecto invernadero a nivel mundial. En Bolivia, el 75 por ciento del total de los gases son emitidos a causa de la deforestación. Además de esta emisión, el cambio de uso de suelos impide la reabsorción de dióxido de carbono (CO2), principal causante del calentamiento global; recuérdese que las hojas de las plantas son las únicas que absorben esta molécula.
Guzmán señala a las alteraciones hidrológicas como otra de las repercusiones importantes. A medida que los árboles son talados, los cursos de agua, al igual que los cauces, se diluyen, agudizando las sequías durante las épocas secas. En época de lluvia, ocurre el efecto contrario. “Los bosques encausan naturalmente a los ríos, en este sentido, la deforestación provoca inundaciones y aumenta la erosión de los suelos. Bolivia pierde inmensas cantidades de tierra fértil que se desliza hacia los ríos por efecto de las inundaciones”.
Según estudios de impacto realizados luego de riadas e inundaciones de intensidad media, se constató que en tierras bajas del oriente las pérdidas ascienden al 55 por ciento de la producción. Durante el 2008, la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), informó que las inundaciones provocadas por “La Niña”, causaron pérdidas estimadas en 200 millones de dólares.
Causas de la deforestación
Varios elementos favorecen la destrucción de los bosques. De acuerdo con el ingeniero ambiental Gonzalo Lora, la ampliación de la frontera agrícola para plantaciones agroindustriales, principalmente de soya y caña de azúcar, llevada a cabo por grandes propietarios, constituye el principal responsable de la deforestación en Bolivia. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, solamente la superficie cultivada de soya se incrementó de 200 mil hectáreas en 1991, a más de un millón durante el 2008, como consecuencia del marcado apoyo gubernamental hacia estos productos, en desmedro de la agricultura campesina.
Rudy Guzmán señala otros elementos vinculados con la inseguridad jurídica que han agudizado esta situación. “El cumplimiento de la Ley INRA a partir de 1997 ha generado fuertes presiones para el cambio de uso de suelos”. Siguiendo la consigna abanderada por la revolución agraria de 1952 (la tierra es de quien la trabaja), artículos de la Ley establecen que las grandes extensiones de tierra que no cumplan con la función económica social (FES) serán revertidas a favor del Estado. Erróneamente, la conservación de los bosques no es considerada como una función económica social.
En una edición anterior de Pulso (N° 541), se señalaba que el capital natural, entendido como los recursos naturales (bosques, suelos fértiles, cursos de agua, etc.) y los servicios ambientales que producen los ecosistemas (funciones de absorción y dilución de contaminantes, mantenimiento de la composición de la atmósfera, control de inundaciones, entre otros) han sido asumidos como inagotables, y por tanto soslayados dentro de los balances empresariales. Entidades gubernamentales como el Instituto Nacional de Reforma Agraria han incurrido en la misma carencia, error que puede resultar demasiado caro. En efecto, para justificar la función económica social, no sólo grandes propietarios, sino también medianos optan continuamente por deforestar y cambiar el uso de los suelos.
Al respecto, Alicia Tejada Soruco, directora de la Cámara Social en el Consejo de Certificación Forestal de Bolivia y responsable de la implementación del Régimen Forestal en las tierras comunitarias de origen (TCO), señala que los problemas de destrucción de los bosques en Bolivia no ocurren por la falta leyes o de mejores conceptos que incorporen los aspectos sociales. “Adolecemos de males institucionales e institucionalizados que nadie aún se ha atrevido a erradicar. Se ha institucionalizado una práctica basada en el cumplimiento de requisitos legales, que contravienen todo principio de conservación de los bosques del país”.
Para Soruco, el gran déficit de institucionalidad forestal ha sumergido al país en una peligrosa falta de valoración política estratégica de los bosques. “Grandes extensiones de tierra se han legalizado en Bolivia, precisamente utilizando el criterio de superficie deforestada. La deforestación se resuelve (institucionaliza y legitima) con la multa que calcula la deforestación en metros cúbicos de madera, no en el valor del bosque, medida que consecuentemente se ha constituido en incentivo tanto para la deforestación, como para la ocupación ilegal de la tierra”.
Tanto Soruco como Guzmán coinciden en señalar que la debilidad y la falta de institucionalidad de las entidades nacionales encargadas de fiscalizar el sector, específicamente la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierras (ABT), contribuye a esta lógica destructiva. Guzmán señala que se observa una clara debilidad en la actual ABT en los procesos de control, regulación y fiscalización a las actividades forestales, y que en la medida en que no haya una gestión efectiva para la conservación de los bosques, la deforestación va continuar. Soruco es aún más crítica: “La ABT nació débil, nació violando normas elementales de institucionalidad, como la propia Ley Forestal, que supuestamente debe hacer cumplir en materia administrativa; ignoró la necesidad de un sistema institucional en el que se sustente y tenga validez la legislación forestal y los derechos indígenas incluidos. Los nuevos ‘requisitos’ para acceder al aprovechamiento forestal, so pretexto de la eficiencia, constituyen hoy la carretera, muy bien asfaltada, por donde transitan la informalidad, la ilegalidad y la insostenibilidad, del brazo con los poderes locales”.
Soruco señala que no solamente los dirigentes se aprovechan indiscriminadamente de los bosques, sino también los gobiernos autónomos que en teoría defienden los recursos naturales. “Hay que decir que la ABT es hoy una institución muy débil y vapuleada por poderosos dirigentes que se dicen ‘propietarios’ de los bosques de Bolivia. Hay casos en los que hasta se realiza cobros de ‘regalías’ para los dirigentes. Por otra parte, miembros del proyecto autonomista, a niveles departamentales y provinciales, no han dejado de tomar por asalto los bosques so pretexto del perjuicio del Gobierno central al desarrollo. Erróneo concepto porque éstos son patrimonio de la humanidad”.
Concesiones forestales
Actualmente existen 69 concesiones forestales entregadas a empresas madereras, con una superficie promedio de 67.000 hectáreas, y 24 concesiones para Agrupaciones Sociales del Lugar (ASL) con una superficie promedio de 27.000 hectáreas. Estas concesiones generan posiciones a favor y en contra. De acuerdo con Guzmán, permitieron en cierta medida frenar el proceso de deforestación, a partir de su implementación en 1996.
“Las concesiones permitieron mantener la presencia de las empresas en el bosque, sirviendo así como un freno al proceso de deforestación y generando cambios sustanciales en el aprovechamiento forestal. El sistema de concesiones facilitó la administración del bosque, especialmente en lo referente al pago de los derechos forestales. Asimismo, permitió una mayor seguridad jurídica a las empresas al entregarles derechos por 40 años, renovables de forma indefinida, sujeto a la aprobación de auditorías forestales cada cinco años”.
A inicios de los noventa, se produjo en Europa un movimiento conservacionista que boicoteó el comercio y la compra de madera proveniente de los trópicos. Años después, se establecieron certificados con indicadores y criterios de sustentabilidad para la compra de madera. Guzmán asegura que esta certificación internacional desempeñó un papel importante para la consolidación de prácticas de buen manejo forestal, y que Bolivia, a partir de 2007, se constituyó en uno de los principales proveedores de madera certificada, gracias al manejo de las concesiones.
“Si bien el tema de las grandes concesiones con grandes superficies ha generado fuertes críticas, este sistema es una de las formas de poner un límite al avance de la frontera agrícola, prueba de ello es que Brasil está asumiendo todo un programa de concesiones en tierras fiscales similar con buenos resultados”. Soruco sostiene que si bien a la Cámara Nacional Forestal le interesa de manera directa su conservación, muchas concesiones no son aprovechadas sustentablemente: “Conozco empresas forestales ‘limpias’ que procesan madera proveniente de mercados ilegales y entonces fomentan la cadena de destrucción de lo que se supone su patrimonio principal”.
Independientemente de la función de las concesiones, Guzmán afirma que si deseamos conservar la valiosa biodiversidad de nuestros los bosques, el agua dulce, y en general las condiciones que pueden asegurar el desarrollo de las siguientes generaciones y el disfrute de la naturaleza, se debe encarar un modelo sistémico capaz de cumplir con las recomendaciones señaladas en los Planes de Uso de Suelos de los departamentos que tienen una cobertura boscosa, con el apoyo de los diferentes actores, como el sistema financiero que actualmente provee recursos para la explotación ilegal de madera.
Un negocio desaprovechado
La riqueza biológica de los bosques bolivianos es enorme. Aproximadamente el 44 por ciento de los bosques de Bolivia son ecosistemas extensos e intactos que se encuentran fuera del alcance de la creciente frontera de uso humano intenso, aunque el 97 por ciento de este bosque está amenazado. Diferentes estudios alertan que los bosques nacionales están desapareciendo aceleradamente por causa de la agricultura, quema para la subsistencia, ganadería a gran escala y tala ilegal. Una misión de la Organización Internacional de Maderas Tropicales (OIMT) que visitó Bolivia en 1996 estimó que los bosques de tierras bajas poseían un potencial de oferta anual sostenible de 24 millones de metros cúbicos de maderas tropicales. En este sentido, la producción sostenible de madera representa una de las mejores opciones, no solamente para promover el desarrollo de su región, sino también para conservar su riqueza forestal, por medio de prácticas sostenibles de extracción y reforestación.