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28 de noviembre de 2011

Desde la Vice Presidencia: "Y los muertos no los puso la providencia, los pusieron los aymaras del altiplano, los vecinos de El Alto, los cocaleros, los colonizadores, los campesinos y los mineros; los mismos que sostuvieron, sostienen y pueden sostener el proceso de cambio, que sea como sea y para disgusto de muchos, es su proceso. Por eso son absurdos los advenedizos que pretenden reconducirlo". Del Plurinacional No 8, octubre 2011

 La Guerra del Gas
Bolivia • Octubre de 2011 • Nº 8 • Año 1
Vicepresidencia del Estado Plurinacional

“Por eso recordamos octubre, tiempo de grandes hombres que parieron grandes cosas, tiempo de dicha y victoria. A otros les tocaría recordar días menos heroicos, menos fecundos, aunque no menos profundos, como el del “no quiero que mi hija sea tu empleada”.” No pocas veces el movimiento de la historia provoca una suerte de amnesia sobre los acontecimientos que fundan los hechos presentes. Esto es especialmente cierto cuando las cosas suceden más rápido, es decir cuando se condensan y cada una comienza a obscurecer lo que está detrás de ella. Que suceda es natural, no obstante poco provechoso para el propio devenir, donde se comienza a confundir el sentido del camino por el que se llegó hasta acá. Es cierto también que es más fácil perder la orientación de las cosas para quienes menos tuvieron que ver con los propios hechos y que algunos encuentran en ese extravío una oportunidad política.
Valga, entonces, este espacio para recordar el núcleo de todo lo que se ha llamado proceso de cambio: la guerra del gas. Sería ingrato, sin embargo, olvidarnos de los grandes momentos previos a ese acontecimiento épico de nuestra historia, por eso hay que rememorar también la guerra del agua (abril del 2000), el bloqueo nacional de caminos de septiembre-octubre del 2000, el bloqueo del 2001 en el altiplano y
los enfrentamientos en el Chapare a inicios de 2002 y también, cómo
no, febrero negro. No, no fue fácil llegar a octubre. Desde entonces, sólo nos encontramos con el despliegue de lo que contenían esos días, su potencia y sus límites. Pero no traemos al presente todo esto por mero ritual, recordar un hecho político tiene que ser un acto político. Se trata de transportar a nuestra mente el “cerco a La Paz”, o el “de presidente a presidente”, “las dos Bolivias”, “los setenta puntos”, “los mil tractores” o el “carniceros, asesinos, chupa sangre” dedicado
a los ministros neoliberales. Podemos también pensar de pronto en colosales imágenes como los hermanos de Omasuyos con el fusil encima y bajo el poncho o las bravas dirigentes del Chapare enfrentando al ejército, por entonces pongos de la DEA y la NAS, y qué decir ya de los compañeros alteños poniendo, literalmente, el pecho a las balas. También las sensaciones son parte de esta multiplicidad de acontecimientos, pero no cabe duda que muy pocas cosas se presentan a los sentidos como el lento acercamiento de la marcha de los mineros bajando por la autopista el 17 de octubre de 2003; el retumbar de la dinamita, San Francisco el escenario de cualquier otra guerra en el mundo. Se pueden escudriñar también algunos detalles, como que, aunque nadie lo mencionara, el 2003 se registró el primer “cerco a Santa Cruz” a cargo de los compañeros colonizadores. Es también imposible olvidar el avión que transportaba a Sánchez de Lozada fuera del país. Todo esto, que parece cosificado en el pasado, tiene sentido porque es historia y lo es porque se forjó con sangre, contiene, pues, sus propios muertos. Y los muertos no los puso la providencia, los pusieron los aymaras del altiplano, los vecinos de El Alto, los cocaleros, los colonizadores, los campesinos y los mineros; los mismos que sostuvieron, sostienen y pueden sostener el proceso de cambio, que sea como sea y para disgusto de muchos, es su proceso. Por eso son absurdos los advenedizos que pretenden reconducirlo.
Por eso es ridículo decir que el proceso no tiene dueño, porque tiene un sujeto revolucionario, que impone su potencia y su límite, más allá de él sólo la restauración. Como bien decía sobre el 52 Sergio Almaraz, “la observación de
que hubiera sido posible otro tipo de revolución es pueril, porque la historia no es un escaparate. La revolución fue esa y no otra, sin márgenes de elección. La izquierda
tradicional, enfrentada con los hechos, fue incapaz de superar sus insuficiencias; al rechazar la única posibilidad que le brindaba la historia para vencer su propia alienación, perdió el camino”.
Es bueno recordar octubre, para no perderse en los movimientos de los prestidigitadores posmodernos, en las lucesitas de colores de los circenses,
para no perder el camino. Pero, más importante aún, comprender
que finalmente la Revolución no es un sueño, ni siquiera una quimera, menos una teoría bien elaborada, porque de ser así Marx la hubiera hecho él solo. La Revolución es verbo, la hace el pueblo, cuando quiere y cuando puede. Por eso recordamos octubre, tiempo de grandes hombres que parieron grandes cosas, tiempo de dicha y victoria. A otros les tocaría recordar días menos heroicos, menos fecundos, aunque no menos profundos, como el del “no quiero que mi
hija sea tu empleada”.

para esto sirven, entre otras cosas, las instituciones misionales, para conquistar a los neófitos aliados; los salvajes buenos de la letrina, la reconstitución de autoridades, la posta, el manejo forestal, el ecoturismo y el parque nacional. Las alhajas de la “alternativa civilizatoria”, “otro desarrollo posible”, “la consulta” y la “crítica a la modernidad” no designan a Bolivia sino como República Pastoril

La República Pastoril
y el Buen Salvaje
Nicolás Laguna en el Plurinacional No 8 de la Vice Presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, Bolivia Octubre 2011
“El indio es el lobo del indio”,
decía no sin razón Felipe Quispe. Pero las razones son siempre relativas. Que existieran la Malinche y Felipillo, en momentos tan tempranos de la conquista, y que perduren en Cárdenas o Chávez en nuestros días, es sólo el síntoma de que finalmente todas las batallas entre el “mundo civilizado” y los indígenas se libraron en realidad entre indios. Los cruceños, por ejemplo, solían llamar a los unos “salvajes” y a los otros “los nuestros”. El neófito de los jesuitas, el quid del paternalismo y el racismo cristiano, es, sin embargo, el principio de la larga construcción del buen salvaje.
Las reducciones jesuitas, una suerte de “alternativa civilizatoria” a la despiadada conquista de los pueblos de los Andes, que empero no hace más que asignar un designio en el mundo colonial a los pueblos de las tierras bajas como frontera de contención pasiva a los “pueblos salvajes”, sedujeron a los indios de Moxos, considerados bárbaros de “inculta ferocidad y natural esquivez”, ofreciéndoles en las misiones “aquellos géneros que más estiman, como son: chaquiras, cascables, agujas, alfileres, anzuelos, cuchillos, etc.”1. En el imaginario jesuita, la misión se componía de temerosos súbditos, que habían abandonado la promiscuidad, el alcohol, el politeísmo y la brujería. “Un domingo de ramos fué un indio muy medroso que faltó á misa, y sin culpa suya, á pedir azotes; no quizo azotarle el Padre, porque informado de la falta conoció su inocencia; más el lunes santo por la mañana se le halló de rodillas en la puerta de la iglesia diciéndole al Padre; tata, azótame, que más quiero que tu me azotes y no Dios, que anoche no castigaste mi pecado y Dios me dió calentura.” 2 El buen salvaje pedía por sí mismo, de rodillas, que lo azoten; la cruz conquistó lo que jamás siquiera soñó el más déspota español. Por eso las misiones constituían “... la Nacion destinada en estos últimos tiempos à renovar el fervor, la devocion, la viveza de fe, y aquella perfecta union de corazones, que tanto se admirò en los Christianos de la primitiva Iglesia...”3. Si la República Pastoril no es más que el resultado de la acción de los estados centrales al desarrollo del capitalismo para impedir el surgimiento soberano de los periféricos,  el “proyectorado” es sólo la versión moderna de la misión jesuita. ¿Por qué los estados europeos y EE.UU. financian con miles de millones de dólares cientos de proyectos que saben no sacarán a ningún país de la miseria? o, en sentido contrario ¿por qué no financian industria pesada, investigación y desarrollo o nacionalizaciones que retengan el excedente en los países “subdesarrollados” o semicolonias? Se trata pues de generar un desarrollo modesto, que no deponga la condición dependiente de estos países, al mismo tiempo que les impida emprender por voluntad propia el estatuto de soberanía.4
Las oligarquías locales, y sus parientes pobres, orgullosos de la estirpe y gozosos de sofisticadas
“chaquiras, cascabeles, agujas, alfileres, anzuelos, cuchillos, etc.”, son el complemento perfecto que no se concibe a sí mismo sino bajo el yugo de los estados centrales, en cuyo aporte en fuerzas productivas y modernización de aspectos estatales, ideológicos y represivos, encuentran la forma de su dominación endógena. La configuración de esta relación, desde la determinación dependiente hasta su recepción oligárquica, determina la posibilidad de hacer de los miserables levantiscos los neófitos de la modernidad.5 Que esta articulación condicionada se despliegue en lo local como presencia física de una potencia central(empresas transnacionales, sedes diplomáticas, bases militares, etc.) o en su transfiguración misional (ONG´s, Fundaciones, Agencias de Cooperación, etc.) importa poco acá. Empero es lógico que la recepción de la irradiación central sea asumida desde las clases sociales de manera harto distinta, convirtiéndose no pocas veces la propia dependencia en, cuando menos, condición de la ambición de poder de las masas. Tomar el cielo por asalto, sin mediaciones ni misericordia, es el designio para quienes estuvo y está reservada la espada.
En su retorno, la revuelta de la plebe de los países periféricos no significa una afronta per se al núcleo imperialista, al final de cuentas les importa un bledo el color de las plumas del gobernante local que es para ellos por Gracia Divina siempre salvaje. Allá importa sí el contenido nacional popular o, en última instancia, de clase que pretenda revocar el código dependiente.
Por el otro lado, para la clase dominante local ésta, la casta, es la determinación principal en la heredad del linaje y cuestión de vida o muerte para sus parientes pobres, que tienen por única carta de presentación el abolengo. Pero acá a los parientes se los reconoce en la desgracia, es decir que cuando la dominación del linaje está en riesgo como conjunto, se convoca a la conjura hasta a las ovejas negras de la familia, a los que coquetean con la “izquierda”, la ecología, o incluso con la Revolución en sus días mansos, o sea - como decía Zavaleta - “esa estirpe de intelectuales a los que en última instancia la Revolución real les repugna, porque está compuesta de una chusma indocumentada y antihigiénica cuya veracidad carnal no está de acuerdo con los esquemas purísimos concebidos en la tibieza eglógica de los rosales ideológicos de Queru-Queru.” Cuando se rebasan los medios ideológicos de la lucha política, o sea cuando el oponente se hace irracional a los preceptos de la racionalidad de la actualidad de la clase dominante, emerge necesariamente el escenario militar y aunque nunca se deben absolutizar estos términos, la crisis o derrumbe superestructural, en su intensidad, implica siempre la confrontación de las fuerzas sociales liberadas.
 La carencia en cantidad demográfica de las clases dominantes hace necesario seducir a sectores de las dominadas. No obstante, esto no es un hecho de la inmediatez, mas al contrario, como lo demostraron los jesuitas, es un arte de paciencia, para esto sirven, entre otras cosas, las instituciones misionales, para conquistar a los neófitos aliados; los salvajes buenos de la letrina, la reconstitución de autoridades, la posta, el manejo forestal, el ecoturismo y el parque nacional. Las alhajas de la “alternativa civilizatoria”, “otro desarrollo posible”, “la consulta” y la “crítica a la modernidad” no designan a Bolivia sino como República Pastoril o Patria de Guardabosques, que tanta falta le hacen al sistema capitalista. Por eso, el oenegismo es enfermedad infantil del derechismo; derecha, porque finalmente no hace más que actualizar el carácter colonial de la sociedad, condenando al buen salvaje a su rol de neófito o quizá guardabosques; infantil porque la derecha en su madurez, o sea su configuración burguesa, no se resigna al papel de clase dominante dependiente ni a Señor de una República de Pastores; enfermedad porque esta política está condenada, más temprano que tarde, a sucumbir. Entretanto, su victoria se ofrece a la Gracia del Señor, el buen salvaje pide de rodillas le azote su Padre por flirtear con el indio rebelde y le permita convertirse en bien intangible del bosque; la ONG conquistó lo que jamás siquiera soñó el más déspota marine.
4. No es casualidad, pues, que existan fondos para la “recuperación de los conocimientos ancestrales” y que se castiguen los planes para construir plantas nucleares. 5. Por eso, poco después de la revolución de 1952, Mc Namara, Ministro de Defensa de Estados Unidos y posteriormente Presidente del Banco Mundial decía “Entre una revolución y una reforma agraria sólo es cuestión de tiempo, entonces impulsaremos las reformas para evitar las revoluciones
1. Historia de la Misión de Moxos escrita
por el P. Diego de Eguiluz en 1696.
2. Op. cit.
3. Carta del Padre Niel, missionero de la
Compañía de Jesus al Reverendo Padre
Dez, mayo de 1705.