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27 de noviembre de 2011

Río+20 El concepto de "economía verde" abre polémicas entre los ambientalistas


Miguel Grinberg, periodista especializado en Medio Ambiente. Telam
Durante las numerosas reuniones preparatorias de la Cumbre Río+20 programada por Naciones Unidas para junio de 2012 en Brasil ya se han perfilado algunas de las premisas conflictivas que caracterizarán tal evento en el contexto de los cambios climáticos imperantes en el planeta.
Si bien el calentamiento global y la protección de la diversidad biológica fueron los epicentros de la Cumbre ECO-92 realizada hace casi dos décadas en el mismo contexto, para su nueva edición la ONU ha adoptado otros estandartes.
Ahora se anuncia el cónclave mundial dentro de dos marcos temáticos polémicos -Economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y de la erradicación de la pobreza y Marco institucional para el desarrollo sostenible- según sean los actores que encaren los desafíos implícitos de la Río+20.
Así como no hay una unanimidad conceptual entre los gobiernos de los países de los hemisferios Norte y Sur del globo terrestre, el concepto economía verde desata controversias cuando los testimonios surgen de las ONG ambientalistas, los pueblos indígenas y las corporaciones transnacionales.
En la ONU propiamente dicha, chocan los voceros de su burocracia institucional, centrados en una interpretación mercantil del llamado desarrollo sostenible, y los portavoces de la ecología social, para quienes las naciones ricas tienen una deuda ecológica con las naciones en vías de desarrollo.
Una de las entidades no gubernamentales más críticas al respecto es la llamada Red Jubileo Sur, constituida en 1999 y dedicada a estudiar la profundización de la relación existente entre la deuda financiera ilegítima reclamada a los países en desarrollo y la generación deudas históricas, sociales y ecológicas.
Su postulado central sostiene que desde el inicio de la era colonial, el Norte global -a través de sus gobiernos, corporaciones e instituciones financieras- han explotado y saqueado la riqueza, bienes naturales, saberes, trabajo y vida de los pueblos del Sur.
Esta alianza ambientalista reivindica los Acuerdos de los Pueblos de Cochabamba (Bolivia), resultado de la Cumbre de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra (2010), donde participaron más de 35.000 representantes de movimientos y organizaciones sociales de 140 países.
En tal sentido afirma que el gobierno de Bolivia, junto a otros pocos, fue quien se atrevió a exigir que el Norte salde la enorme Deuda Ecológica que tiene con el Sur, en lugar de seguir exigiendo el pago de una deuda externa marcadamente ilegítima, pero fue dejado de lado y excluido en las negociaciones marco.
Por ello consideran que la llamada economía verde intenta impedir que las personas y comunidades afectadas por el sistema capitalista, el cambio climático, el modelo imperante de desarrollo y la deuda, sean los principales protagonistas de la Cumbre Río+20.
El sociólogo chileno Manuel Baquedano, cofundador de Instituto de Ecología Política en Santiago, sostiene que el desarrollo sostenible que promueve la ONU ha fracasado porque no se ha podido detener la destrucción del planeta y no se puede evitar que la civilización entre en un periodo de colapso.
Durante cuatro de las reuniones regionales preparatorias de Río+20, algunas delegaciones gubernamentales han aportado borradores para un acuerdo sobre la economía verde, y mientras algunos la redefinen como un patrón hacia el desarrollo sostenible, otros temen que el concepto sea sinónimo de proteccionismo y condicionamiento del crecimiento social.
En base a declaraciones de Izabella Teixeira, ministra de Medio Ambiente de Brasil, algunos observadores han comentado que el país anfitrión de la Cumbre Río+20 se ha alejado del concepto de economía verde, al no intentar definir el término, y preferir en cambio las metáforas concernientes al convencional desarrollo sostenible.
En otro plano, la costarricense Maureen Ballestero, coordinadora del Foro Mundial del Agua realizado en Bogotá, señaló que dicho evento se convierte en un punto de arranque hacia Río+20, pues como sabemos muchas veces este recurso no tiene la importancia política como tal, y lo proponemos como una de las columnas vertebrales de la cumbre venidera.
Entretanto, las entidades Jubileu Sul Brasil y Jubileo Sur/Américas manifiestan que los movimientos sociales y la sociedad civil tienen que asumir un protagonismo claro y contundente, pues sin una articulación de ideas, prácticas políticas y estrategias transformadoras no estaremos a la altura del desafío que debemos enfrentar. En tal sentido, han anunciado para junio de 2012 la creación de un espacio autónomo, tanto de la conferencia oficial y de los gobiernos reunidos en Río como de los agentes del mercado, que esté al servicio de las luchas y resistencias populares que se están librando en nuestra región y el mundo.
La iniciativa ya se ha debatido en el seno del Comité Facilitador de la Sociedad Civil Brasileña para Río+20 y se anunciará como Cumbre de los Pueblos por la Justicia Social y Ambiental, contra la mercantilización de la Vida y en defensa de los Derechos de los Pueblos y de la Naturaleza.
No ha sido concebida como una feria más de ideas y actividades, sino que se aplicará a desenmascarar falsas soluciones como la geoingeniería, la nanotecnología, la biotecnología terminator, o similares; y sobretodo, a defender la soberanía alimentaria.

La Geopolítica de las emociones: "La esperanza es para los países de Asia, en especial China y la India; la humillación caracteriza al mundo árabe y musulmán; y el miedo invadiría a Europa y EE.UU. Otras zonas como Rusia, África subsahariana y América Latina no estarían asociadas a este mapa, sino que participarían al mismo tiempo de las tres referidas emociones".

Dominique Moïsi: La geopolítica de las emociones

Domingo, 24 octubre, 2010


Dominique Moïsi
Leo en Aceprensa que Dominique Moïsi, reconocido analista francés en el campo de las relaciones internacionales y fundador del IFRI, uno de los más conocidos think tanks franceses, presenta en su último libro La Géopolitique de l’émotion (1) la originalidad de trazar en el actual escenario de la globalización un mapa de las emociones. La esperanza es para los países de Asia, en especial China y la India; la humillación caracteriza al mundo árabe y musulmán; y el miedo invadiría a Europa y EE.UU. Otras zonas como Rusia, África subsahariana y América Latina no estarían asociadas a este mapa, sino que participarían al mismo tiempo de las tres referidas emociones.
El libro de Moïsi no ha sido bien recibido en algunos ámbitos académicos porque va directamente contra los métodos analíticos cuantificables que predominan en el ámbito de las relaciones internacionales. Otro tanto ha sucedido con algunos think tanks. Quienes trabajan con datos concretos para realizar sus prospectivas, consideran que analizar la importancia de las emociones equivale a hacer una especie de ensayo literario basado en apreciaciones subjetivas.
En Asia mucha gente tiene ganas de vivir y gastar como los occidentales, aunque sin necesidad de darse sus formas de gobierno
En cambio, el autor es consciente de que los comportamientos humanos no pueden ser reducidos a esquemas racionales. Los comportamientos emotivos pueden pesar más a la hora de actuar, mucho más incluso que las ideologías, que tuvieron un papel destacado en el período de la guerra fría. Hoy todo es búsqueda de la identidad, con lo que los nacionalismos etnicistas se multiplican a escala universal. Estamos ante el “despertar global”, al que se refería el politólogo y actual asesor de Obama, Zbigniew Brzezinski, y que lo mismo se encuentra en potencias emergentes que en movimientos secesionistas.
Emociones e intereses particulares
Sin embargo, Moïsi no profundiza demasiado en uno de los efectos más preocupantes de este despertar de los nacionalismos, y es que los valores universales de la libertad y la democracia, característicos del mundo occidental, están dejando de ser atractivos para otros pueblos, que prefieren apegarse a los paradigmas de soberanía e independencia nacionales. Se puede concluir que resultaría una tarea poco fructífera organizar una Liga de las Democracias, tal y como propusiera el senador McCain en su campaña para la presidencia, pues al final las respectivas emociones, que no pueden disociarse de los intereses particulares, primarían sobre las expectativas de modelos de comportamiento basados en valores comunes.
Japón, China o Corea no se apegaron a un pasado glorioso e idealizado, como ha hecho el mundo islámico
No lo subraya tampoco el autor, aunque es bastante probable la existencia de un vínculo entre el ascenso de las emociones y el creciente reinado absoluto de la opinión pública a escala global, muy relacionada con el poder de los medios de comunicación. Es un hecho que las dos guerras mundiales y la guerra fría fueron enfocadas como una unión de las democracias frente a los autoritarismos. Ahora sigue habiendo autoritarismos, mas es dudoso que las democracias aúnen sus esfuerzos, bajo nuevas o viejas estructuras, para enfrentarse con ellos abiertamente. Sus opiniones públicas no desean verse envueltas en conflictos, y en muchos casos no están convencidas de la superioridad moral de sus valores frente a los de las tiranías.
Asia y la cultura de la esperanza
La era de la globalización ha puesto de manifiesto que la modernidad no es sinónimo de occidentalización. Dicho de otro modo, se puede compartir la técnica pero no los valores. El capitalismo y la tecnología occidental triunfan en Asia, particularmente en China, pero no así el sistema político democrático. Moïsi, que gusta de los paralelos históricos, no comparte los temores de quienes ven en la China actual un trasunto de la Alemania del Kaiser. Hoy por hoy, no sería una potencia militarista como aquélla, sino algo más parecido a la Francia de Luis Felipe de Orleans, y podríamos añadir que a la de Napoleón III, en las que se asistió a un ascenso de la burguesía, que parecía entregada a la consigna de enriquecerse, lema común al ministro François Guizot y a Deng Xiaoping.
¿Y qué decir de la India? Es una potencia democrática, ajena al autoritarismo chino, pero al mismo tiempo se está alejando del cliché de “espiritualismo”, forjado en el recuerdo de Gandhi. Según el autor, la India no está llamada a ser una superpotencia moral, algo que sí parece pretender la Europa posmoderna, y está más próxima al modelo representado por EE.UU. Se entiende así el interés de la Administración Bush por forjar una alianza con el segundo gigante asiático, aunque el pragmatismo de Obama da mayor prioridad a los vínculos con China.
En Asia, la esperanza nace de las posibilidades de emancipación económica y social, que se multiplican en el Extremo Oriente y el Sureste asiático. Mucha gente tiene ganas ahora de vivir y gastar como los occidentales, aunque sin necesidad de darse sus formas de gobierno. El resultado de esta mentalidad es un despotismo ilustrado, que tendría su expresión más lograda en la ciudad-Estado de Singapur, paradigma en el que se han mirado los gobernantes chinos desde Deng Xiaoping.
El mundo islámico y la humillación
En su repaso a la historia, Moïsi nos recuerda que Japón, China o Corea conocieron un pasado de humillaciones infligidas por potencias extranjeras, pero consiguieron sobreponerse y hoy son competidores de las potencias occidentales. No se apegaron a un pasado glorioso e idealizado. Pero no se puede decir lo mismo del mundo islámico, que recuerda sus grandes logros científicos y culturales en la época medieval. Luego vendría la decadencia, sobre todo la del Imperio otomano, que fue perdiendo empuje ante los avances políticos y militares de las potencias europeas. En aras de la modernización, hubo quienes incluso apelaron a un nacionalismo de tipo occidental para construir el panarabismo, que tuvo su época de esplendor hace más de medio siglo con el Egipto socialista de Nasser y sus seguidores en otros países árabes.
Mas en estos momentos lo árabe ha sido prácticamente barrido por el sentimiento de identidad musulmana, capaz de superar, al menos en apariencia, las rivalidades y distancias entre suníes y chiíes, y de establecer nexos entre el Asia central, el sureste asiático y el África subsahariana. El islamismo pide paso en todas partes, como en el otro tiempo influyente Egipto. Allí se plantea abiertamente a la población el siguiente dilema: tras los períodos de fracasos de la monarquía, Nasser, Sadat y Mubarak, ¿no ha llegado el momento de que gobiernen los Hermanos Musulmanes?
En esta apoteosis de la identidad islamista, Israel es percibido, más que nunca, como un factor desestabilizador introducido por los occidentales en tierras del islam. A este respecto, podemos añadir que esto complica todavía más las negociaciones entre los israelíes y la Autoridad Palestina. Si se alcanzara un hipotético acuerdo para la existencia de dos Estados, serviría para desautorizar el discurso identitario islamista, predicado por Hamás, Hezbolá e Irán, pues la intransigencia hacia Israel, más allá de los motivos para su justificación, es parte esencial de su credo político.
Moïsi hace además un certero diagnóstico del terrorismo suicida, propio de la cultura de la humillación. La sangre viene a ser un consuelo ante la ausencia de victoria, pero, a diferencia de otros terrorismos nacionalistas o independentistas, la muerte no es un medio sino un fin en sí mismo que sirve para paliar las humillaciones. Sin embargo, difícilmente se entiende por qué la gran mayoría de las víctimas son musulmanas. Sólo se explica porque sus autores tengan una perspectiva limitada y purista de su religión.
Por último, el autor se plantea si las pequeñas monarquías petroleras del Golfo representan un modelo para el mundo musulmán, aunque se diría que su prosperidad material las sitúa más allá de sus coordenadas geográficas, pues parece que estuvieran situadas en el Asia del Pacífico, y no en Oriente Medio. Con todo, presentan muestras de fragilidad, como sus carencias demográficas y la perspectiva de que el petróleo no durará indefinidamente.
Europa, EE.UU. y la cultura del miedo
El miedo puede ser un acicate para activar el instinto de supervivencia, también en la política internacional. Un ejemplo bien conocido es que el temor a una nueva guerra sirvió de acicate para iniciar el proceso de integración europea hace seis décadas. El resultado ha sido que Europa se convirtió en la región más pacífica y próspera del planeta. Pero no es menos cierto, tal y como aseguró el desaparecido historiador y político polaco Bronislaw Geremek, que Europa se ha transformado en un espacio económico, sin corazón ni dimensión espiritual. Además, desde hace tiempo está cuestionando su propia identidad.
Moïsi ilustra este hecho asemejando Europa a una gran Suiza, un término que, por cierto, empleó Churchill en su célebre discurso europeísta de Zúrich en 1946. Podríamos concluir que una “gran Suiza”, autosatisfecha de su prosperidad material, termina por no complicarse la vida sobre si es fiel a unas raíces que se remontarían al mundo clásico, el judaísmo, el cristianismo y la Ilustración.
Tampoco EE.UU. se libra de la cultura del miedo. Moïsi pone los ejemplos de la política exterior de Bush o la preconizada por el senador McCain como paradigmas de dicha cultura, mientras que Obama representaría la esperanza. El actual presidente llevaba poco tiempo en la Casa Blanca cuando apareció esta obra, y todavía hoy el autor no ha perdido su esperanza en él, aunque sí parecen haberla perdido muchos de sus compatriotas, que no terminan de ver la ansiada recuperación económica.
Pese a todo, Moïsi inclina la balanza hacia EE.UU., en contraste con una Europa atenazada por el miedo. Los americanos saldrán adelante por su propio dinamismo, pues, después de todo, son una nación de inmigrantes, mientras que Europa sigue aferrándose a su estatus de fortaleza.
Conjuntos geopolíticos inclasificables
Otros conjuntos geopolíticos son elevados por Moïsi a la altura de inclasificables, aunque suelen participar de las tres emociones citadas. En la Rusia de Putin, que se mira en el espejo de Pedro el Grande y en el mucho más civilizado de De Gaulle, hay lugar para el orgullo, aunque también existe el miedo al vacío demográfico y a las repercusiones sociales de las carencias que muestra el Estado de Derecho. África oscila entre la desesperación y la esperanza. Esta última emoción se da, por ejemplo, en Sudáfrica, pese a los problemas sociales y políticos. Sin embargo, América Latina dista mucho de ser el continente de la esperanza, pues los populismos triunfantes son una respuesta al miedo y la humillación. Quizás Brasil puede salvarse de esta dinámica.
La conclusión final de La geopolítica de la emoción es optimista, porque en el fondo, Dominique Moïsi es un representante tradicional de la Ilustración francesa, que pretende contraponer el saber a la intolerancia. Su pasión por la historia le lleva a proponer su obligatoriedad en los cursos de relaciones internacionales. No obstante, se podría argumentar que las emociones peligrosas no se combaten únicamente con el saber o con las enseñanzas históricas; es decir, no sirve sólo la mera racionalidad, pues sus promotores se apartan de lo racional en la teoría o en los hechos.
Fuente: Aceprensa

Más sobre esta étapa post-marcha TIPNIS, desde el análisis de Marco Antonio Ribera Arismendi

TIPNIS. Un epílogo lleno de incertidumbres

Marco Octavio Ribera Arismendi
Biólogo y ecologista
Noviembre 2011

Respecto a la etapa posterior a la culminación de la marcha indígena de fines del 2011, se puede concluir que dicho aparente final, no tiene ciertamente el matiz de un epílogo, y menos de un epílogo feliz. Es más, el panorama actual y futuro esta pleno de riesgos e incertidumbres.

Si las organizaciones indígenas, y el masivo y espontáneo movimiento ambiental nacional, que apoyó al TIPNIS y sus reivindicaciones, creyeron que con la ley corta reformulada, se retornaba a un estado de derecho y el TINIS sería respetado, realmente se pecó de ingenuidad. Por una parte, persiste el mito o falacia de que las leyes se cumplen y respetan, por otra,  lamentablemente mucha gente llegó a creer en la sinceridad de las altas esferas del gobierno, sin caer en cuenta que dicho vocablo y concepto parece haber sido desterrado de las cotidianidades palaciegas y que el doble discurso y la doble cara siguen siendo la tónica mayor. Indicativo de ello fue la impostura del Vicepresidente del Estado cuando públicamente a través del canal televisivo estatal, “elogiaba la  grandeza del pueblo de La Paz y la calurosa recepción a la marcha indígena”, días después sindicaba a la marcha de desestabilizadora y con intereses políticos.

Otra muestra fehaciente del doble juego fue la progresiva arremetida de los altos mando del gobierno, casi desde el mismo momento de la firma de la nueva ley corta, de ir insinuando la posibilidad de modificar la ley, recurriendo al clamor y reclamo de terceros, sea el gobernador de Cochabamba, pequeñas logias de poder en los pueblos benianos, indígenas resentidos hacia su organización en el mismo TIPNIS y desde luego, el angurriento y voraz sector de la colonización. Nuevamente el primer mandatario llegaba a mencionar que la vía Beni-Cochabamba es inviable sino cruza el TIPNIS, lo cual muestra además de su experticia en temas camineros, que no se tomó la menor molestia de meditar ni siquiera unos minutos sobre lo acontecido entre agosto y octubre del 2011. Desde luego, el gobernador de Cochabamba o el Alcalde de Villa Tunari, desde el notorio servilismo de la afinidad política, no dejaban de amenazar con movilizaciones y el avasallamiento del TIPNIS. Todo el aparato del gobierno parece apostar como siempre, al atrincheramiento, la reactivación del conflicto, la confrontación entre bolivianos, y a la división del movimiento indígena. Finalmente, dentro de la lógica eufemística de las “tensiones creativas”, el Vicepresidente hacía explícita la posibilidad de modificar la ley corta. Esto, reflotaría un conflicto que puede tornarse esta vez mas crítico y mas violento, total, como bien documentó Nicolás Machiavelo hace mas de cinco siglos: el fin justifica los medios.
Como se ve, todo parece indicar que el gobierno no tenía, ni tiene, la más mínima idea o predisposición de cumplir la ley aprobada, y que su principal apuesta se encamina a modificarla nuevamente pero a favor del nefasto tramo 2. La expectativa del gobierno de arremeter contra el TIPNIS  se devela  en el hecho de que los tramos 1 y 3 siguen su curso y la detestable empresas OAS sigue operando en las playas del río Isiboro, como si nada hubiera ocurrido, y aprestándose a ingresar al área protegida y TCO.

Este panorama esta de alguna manera favorecida por el regular despliegue mediático de algunos medios de prensa, pues las desaprensivas declaraciones de los diversos jerarcas del partido en el gobierno, salen por doquier como noticias principales y de primera página, ante la patente ausencia de cobertura de la posición indígena o de otras instancias que apoyaron la marcha. Es particularmente interesante la privilegiada atención de la prensa de las “delegaciones” sociales que tienen la “suerte” de lograr una audiencia presidencial con el motivo de demandar la carretera por el TIPNIS. ¿Recibiría su Excelencia a las delegaciones indígenas, organizaciones o representaciones ciudadanas de todo el país, que rechazan la carretera? ¿Recibió de buena fe y de buena gana a los representantes del TIPNIS en su momento?

El avance del contra-ataque gubernamental fue también favorecido por la desmovilización del movimiento indígena y la desarticulación del movimiento ambiental ciudadano que lo apoyó. Se “bajó la guardia” y esto por supuesto fue aprovechado por el gobierno, que muy bien se ha visto, no actúa de buena fe, puesto que  lejos de recapacitar y de resincerar el discurso con la nefasta realidad que promueve, ha aumentado su nivel de insidia y rechazo hacia el movimiento indígena y sus  legítimos derechos constitucionales. 

La carretera cruzando el TIPNIS y las tierras en juego (no solo las de dentro el TIPNIS, sino también las que están desde Santo Domingo y Monte Grande hacia San Ignacio), parecen tener un cariz de botín jugoso, al cual no se puede renunciar “así no más”. Es difícil creer que el tema obedece solamente a una mera pugna o contienda del vaivén político, parecería realmente que detrás de tanto capricho, tanto empecinamiento, existen móviles poderosos, incluso más allá del simple apuntalamiento electoral. No en vano una empresa con antecedentes del calibre de OAS está de por medio. La desesperada posición y la pugna intransigente del gobierno incitan a generar una creciente desconfianza ciudadana.

Al mismo tiempo, la situación parecería apuntar a que el mismo gobierno está utilizando la entelequia y “tira y afloje” del TIPNIS, para desviar la atención de la ciudadanía nacional, de otros desatinos socioambientales y hasta económicos que está promoviendo, como el complejo agroindustrial de San Buenaventura, la exploración petrolera en el norte de La Paz, Cachuela Esperanza, o el Mutún, para citar unos cuantos. Ya se ha mencionado en alguna oportunidad que el TIPNIS es solo la “punta del iceberg” y que la realidad socio ambiental futura del país está plagada de enormes riesgos e incertidumbres derivadas de la proliferación de megaproyectos o procesos de intensificación productiva que de una forma u otra buscan marginar la prevención y la regulación ambiental responsable, así como el control social. Lo que puede ocurrir en el Madidi y Pilón Lajas con la construcción de la megarepresa de El Bala o las múltiples exploraciones petroleras, podrían  opacar en magnitud y gravedad al problema y al conflicto del TIPNIS. 

De cualquier forma, como van las cosas, a fines de noviembre del 2011, el tema no tiene buena cara, ni para el TIPNIS, ni para la generalidad de la gestión ambiental de Bolivia. 

Fuentes:
La Razón, 23 noviembre 2011
La Razón, 24 noviembre 2011
noticiasdesdebolivia.blogspot, 24 noviembre 2011





Lic. Marco Ribera Arismendi
COORDINADOR NACIONAL PROGRAMA DE
MONITOREO – LIDEMA
marcor@lidema.org.bo * www.lidema.org.bo
Telfs: (591-2) 2418121 - (591-2) 2416044 - (591-2) 2419393