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11 de agosto de 2011

El Tipnis, la disyuntiva entre dos visiones de vida

Carlos F. Cabero
Docente de la UMSS, candidato a Doctor en Economía
El debate generado en torno a la construcción del tramo II de la carretera Villa Tunari – San Ignacio de Moxos, que atraviesa el TIPNIS y que tiene enfrentados al Gobierno y a los Pueblos Indígenas de Tierras Bajas, no hace más que revelar las dos “visiones de vida” contrapuestas que, desde una perspectiva occidental corresponden a “estrategias de desarrollo” distintas.
Por una parte, el Gobierno se ufana del “desarrollo” que generará dicho proyecto, por lo que no les cabe en la cabeza  que “los hermanos indígenas no quieran desarrollo”.  Por otra, los pueblos indígenas, basados en experiencias de la época republicana, se oponen a dicho proyecto por los efectos perversos que generará en su territorio y en su “forma de vida”.
Más allá de esta disputa, no puede dejar de considerarse los impactos que la construcción de dicho tramo tendrá en la sostenibilidad de las formas de vida predominantes de los pueblos originarios asentados en dicho territorio, las que son más compatibles con la concepción de “desarrollo sostenible”, que se define como “aquel que garantiza las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.”
Sin embargo, la complejidad del problema, también hace compleja su solución, al margen de los ingredientes internos (los objetivos geopolíticos del gobierno, los intereses de madereros, cocaleros, etc.), el tema del TIPNIS tiene también componentes de orden internacional, concretamente el Plan de Acción para la Integración de la Infraestructura Regional de Sur América (IIRSA), una iniciativa surgida en agosto de 2000, en la ciudad de Brasilia. En el Plan de Acción de Montevideo del mismo año, se establece como desafío  “lograr un más elevado ritmo de crecimiento sostenido, que se derive de procesos productivos basados en la tecnología y el conocimiento y cada vez menos en la dependencia de la explotación de recursos naturales.”, por lo que “el desarrollo de la infraestructura regional adquiere especial relevancia en América del Sur, particularmente la infraestructura vial, portuaria, aeroportuaria o fluvial.
Bolivia, como país signatario, se encuentra involucrado en la consecución de los objetivos de dicho Plan, lo que no corresponde con las “visiones de vida” de los Pueblos Indígena de Tierras Bajas, expresados, en la CPE, en su artículo 8: el  ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) a diferencia de la idea de desarrollo expresada en el concepto de bienestar.
En esta suerte de “campo de fuerzas”,  tanto Gobierno como Pueblos Originarios, tendrán que encontrar una solución “salomónica”, tarea por demás compleja si consideramos las “racionalidades” contradictorias que representan las dos “visiones de vida”.