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3 de febrero de 2010

El poder y la Victoria


La Victoria inalcanzable de los pueblos
Por: Alicia Tejada Soruco
“El hombre no acepta la proposición de lo externo si no cuando ha intervenido en ello”
Con el caballo de Troya de la libertad de expresión y de los derechos en democracia,  tanto los canales de televisión como las radios: “los medios”, irrumpieron, los últimos cuatro años, en abierta campaña política a favor de sus propietarios, accionistas o financiadores y de un sistema partidario “tradicional”, en todos los confines, pueblos y comunidades. Así se dio el estreno de la era mediática de los pueblecillos de la amazonia y del oriente de Bolivia, sin rival alguno hasta este último año.
Se despilfarraron millones en las campañas de la oposición al MAS, a Evo Morales Ayma, al ateísmo, comunismo,  y se invirtieron millones en cientos de horas con “expertos analistas políticos”, agoreros y conductores de programas, en concertado despliegue de desinformación propagandística, para contrarrestar la fuerza de los procesos sociales, sin preocupase por entender la dimensión histórica del “proceso de cambio” del que hablaba el pueblo boliviano, desde antes del MAS.
Intentaré explicar en este artículo lo que yo creo nunca entendieron los medios de la oposición ni sus estrategas políticos, menos sus altisonantes conductores de debates,   no desde una investidura académica ni de analista política, de las que carezco absolutamente, sino desde la llana ubicación y posición en esta sociedad, y desde la luz de una de mis más preciadas lecturas.
Sobra aclarar que este texto ha sido escrito, con una lectura propia, nada “objetiva” ni neutral, para intentar un acercamiento, a la victoria del MAS, desde otra perspectiva que la de los datos electorales, asunto  sobre el que es aventurado  sacar conclusión, e incurrir en complacencia alguna.
Para los movimientos sociales que impulsaron los cambios que lidera Evo Morales Ayma, ganar estas elecciones no significa haber alcanzado la victoria y esperamos que así lo hayan entendido, aunque es innegable que cuentan ahora con todas las posibilidades para alcanzarla:
Cuando  Ernesto Zavaleta Mercado, resalta la gran capacidad de resistencia y la baja capacidad de victoria de las movilizaciones sociales, aseveración que no es ajena  ni a la revolución francesa, se está refiriendo al déficit de capacidades para gestionar la victoria (Dirigirla, controlarla, administrarla), por lo que fatalmente, éstas, siempre terminaron concediendo la gestión del poder a quienes constituían la clase dominante de la que habían pretendido liberarse. De lo que se trata entonces, cuando de victoria se habla,  es de revertir esta fatalidad.
Este nuevo Estado plurinacional, ha requerido de sus protagonistas y líderes,  además de esa gran capacidad de resistencia en espacios no democráticos, someterse a todas las nuevas reglas democráticas que forjaron con sus movilizaciones, desde los referéndums, la Constituyente y hasta una nueva elección, demostrando además que el “deseo democrático” de la sociedad boliviana se ha revitalizado considerablemente.
Desde el año 2000, varias batallas  han sido libradas por los movimientos sociales indígenas y campesinos a los que se les atribuye  hoy convicción y conocimiento sobre sí mismos, además de organización para la iniciativa política y estratégica, cualidades que de confirmarse se constituyen en un nuevo dato histórico, que trasciende las cifras y los datos electorales o la desaparición histórica de media docena de partidos políticos tradicionales, y que se refiere, más bien, a cambios, secuencias y a continuidades históricas, en las estructuras de organización de la sociedad boliviana, irradiadas hacia áreas y  ámbitos (históricos y territoriales) distintos.
Si nos guiamos por el pensamiento Zavaletiano no es posible  leer este nuevo proceso, que hoy lidera el MAS en Bolivia, sino como la continuidad en sus alcances, posibilidades  y en su sentido de articulación social, a la Revolución Nacionalista de 1952, o a la recuperación de la democracia de 1979, ahora con nuevos actores que incursionan visiblemente desde la década de los 90.
Fuimos advertidos, por el mismo autor, sobre la importancia de lo indígena, “la nueva multitud”, (que precede al movimiento obrero del 52) en el reforzamiento del “deseo democrático”, pero además intentando superar lo parcial para abarcar a esa sociedad “abigarrada” que agrega múltiples agendas y se articula –a pesar de ello- en la “hegemonía de la diversidad”, contrapuesta a la “hegemonía colonizadora y feudal de la oligarquía”.
Si bien las medidas que resultaron del 52, Nacionalización de las Minas, Reforma Educativa, Reforma Agraria, Voto Universal, lograron vencer a quienes se oponían a la construcción del  Estado Nación; la revitalización de tales ideas y fines a partir de la gestión de dichas medidas para el pueblo, no se había logrado: “Los pueblos miran a veces como su liberación a lo que suele no ser sino una disputa de reemplazo entre las estirpes de sus amos”, advierte Zavaleta, advertencia se aplica también a las medidas que, impulsadas por el pueblo, terminan favoreciendo a los poderosos de siempre.
Y si la Revolución del 52 expresó “el duelo entre el ejército y la clase obrera”, cabe preguntarse, si entendemos estos nuevos  cambios en el país como la continuidad de estos procesos democráticos, qué duelo o disputa de reemplazo es el que hemos presenciado en diciembre del 2009, (¿Es acaso entre la sociedad diversa y la hegemonía de la oligarquía?), preguntas necesarias para entender, además, desde dónde abordar el acceso a la victoria.
Los resultados de diciembre han revelado la ausencia de las burguesías regionales y han puesto en el tapete nuevas formas de articulación social y de organización con agregados de agendas diversas y hasta aparentemente antagónicas, dos constataciones inocultables.
Para Zavaleta  “Cada clase es lo que ha sido su historia, suponer que el desarrollo de una clase depende mecánicamente de lo que ha sido el desarrollo general del país (en lo económico y aún en lo cultural), es una hipótesis refutada por todos los datos de la realidad”. (…)
(…) “La formación radical de la clase obrera en explotación de su centralidad no puede explicarse sino en el cotejo de la insolvencia desorganizadora o sustitucionista por parte del Estado”,
Y  con estas explicaciones se apartó de los acomodos teóricos universales, para situarnos de una vez por todas, en la complejísima maraña de una sociedad diversa que puede constituir múltiples “clases”, dentro de una misma y cuya explosión es propiciada, en distintos momentos, por el nivel de acumulación del conocimiento de su historia y por  la insolvencia del Estado para garantizar su organización.
¿Es posible entonces que “la acumulación horizontal del conocimiento”; de la historia de cada grupo social (opuesta en toda su concepción a la historia vertical e impuesta), haya continuado incrementando su conciencia de clase y su capacidad para interpelar al pragmatismo partidario y de gestión de poderes del Estado? Probablemente, una de las lecturas de los resultados de las elecciones de diciembre, es que se haya inaugurado un proceso de gestión de la “victoria-inalcanzable”, desde múltiples y diversas “clases”, con “relaciones inter-subjetivas” y prejuicios comunes acumulados, que le otorgan un alcance político a dichas relaciones y  que no aceptan marcha atrás ni vuelta de manivela.
En ese  caso es histórica también la responsabilidad  del  gobierno del MAS y exigirá niveles de coherencia histórica, en la gestión del poder y en todas las medidas estatales. Ahora bien ¿Dónde se sitúan estas relaciones, territorialmente y por qué? Y dónde empezaremos a visualizar los referentes de la victoria del pueblo. Concluyo hoy con estas preguntas.

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