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5 de noviembre de 2010

Jugando con fuego

JUGANDO CON FUEGO: URANIO Y ENERGIA NUCLEAR EN BOLIVIA

Marco Octavio Ribera Arismendi
Biólogo y ecologista

Como en otros casos, la proyectiva de uso de energía nuclear en Bolivia, no es nueva y ya había sido planteada en los años 70, cuando no se conocía mucho de los riesgos y de las relaciones costo/beneficio de este tipo de energía. El año 2007 el IBTEN sacó a discusión el tema de la existencia de uranio en Potosí, la potencialidad de su uso y la generación de energía nuclear. A inicios del año 2008, algunos analistas económicos trataban de mostrar las potencialidades de la implementación de reactores nucleares en Bolivia. Dichos análisis apenas mencionaban el tema de la amenaza ambiental y se abocaban a ponderar las probables bondades técnicas y económicas del uso de una energía, que además de ser cara en su producción, implica las peores pesadillas de riesgo ambiental y social imaginables. Entonces, ya se argumentaba con emular lo que otros países en la región han realizado (Brasil, Argentina) desde luego obviando la gravedad de los temas socio-ambientales que enfrentan, por ejemplo, la Argentina en Malargue. De cualquier forma, estamos siempre en la tónica de procurar copiar lo peor. Es difícil entender hasta donde puede llegar la obsesión del desarrollismo, parecería que es muy difícil en el imaginario tecnológico del país, pensar en energías sanas y ecológicas, como la energía eólica o la solar.

El año 2010, se tornó más crítica la ruleta rusa energética que vive el país y que ya incluía las peores opciones, como megaproyectos hidroeléctricos o geotermia y exploración petrolera en áreas protegidas; esta vez se ha cargado el revolver con la energía nuclear. El epicentro de la amenaza nuclear en Bolivia, parecer ser la región norte del departamento de Potosí.

Nuestra lógica de país productor de materias primas, inmerso en el modelo del extractivismo más básico (una economía de base estrecha), nos impide visualizar los riesgos que implica abrir esta puerta. El año 2009, se percibía una vez mas, que en las oficinas del Estado y analistas del sector, no existía conciencia sobre la gravedad sobre el uso de la energía nuclear, al contrario el tema era recibido con beneplácito y un gran optimismo mercantilista. Es posible que las decisiones asumidas el año 2010, desde los cargos más altos del Estado a favor de la energía nuclear, obedecieran además de situaciones eminentemente de política internacional, a una suerte de reacción de pánico ante la eventual reducción de las reservas de gas y la merma de horizontes energéticos boyantes.
Al considerar la energía nuclear y su base que es el uranio, lo primero que se debe tener en mente, es que no estamos hablando de minerales como estaño, plomo o zinc, los cuales a pesar del riesgo inherente por ser metales pesados, no representan los riesgos del uranio. El uranio es un mineral radiactivo y a pesar de encontrarse en general en bajas concentraciones, explotación y procesamiento, significan un riesgo mucho mayor que cualquier otro mineral. Parece que nuestros sueños poco meditados de desarrollo a ultranza, parecen conducirnos cada vez más a aventuras productivas cada cual más riesgosa, donde el principio precautorio y los recaudos ambientales y sociales (salud principalmente) siguen brillando por su ausencia.
Es importante recordar, que entre los más peligrosos acercamientos diplomáticos que viene realizando el actual gobierno, no solo está Irán, que se ha destacado por su marcado apego a jugar con la energía nuclear, sino que también está Rusia. Casi a inicios del 2010 (El Deber, abril 2010) se mencionaba la “buena voluntad” del gobierno de Rusia ofrecía a la administración de Evo Morales la instalación de una planta nuclear y hasta de misiles, en el marco de una nueva etapa de relación bilateral, buscando en apariencia, convertir a Bolivia en la punta de lanza para avanzar y afianzar su influencia en la región. (Noticias Bolivia/http//boliviabb.com, 18 abril 2010; www.cbh.org.bo, mayo 2010). Por su parte, la nueva gestión presidencial de Chile ha manifestado las buenas perspectivas de recurrir a la energía nuclear, lo cual implica mayores riesgos de operaciones mineras en torno al uranio en la región.
A claras vistas, los tomadores de decisión de nuestro país, ignoran lo que viene ocurriendo en materia de contaminación por mineración y procesamiento de uranio en diversas regiones del planeta: España (Salamanca), Argentina (Sierra Pintada), Canadá (Elliot Lake, Algom River), Australia (Ranger, Jabiluka), Irán (Natanz). Desde luego, tampoco se han tomado la molestia de revisar el largo legajo de accidentes graves en plantas de generación de energía nuclear o en manipulación de materiales radiactivos en el mundo en los últimos 30 años, sin mencionar a Chernovil en Ucrania, que es muy conocido: España (Almería-Palomares, Tarragona-Vandellós II), Inglaterra (Windscale), Argentina (Buenos Aires-RA2, Embalse), Brasil (Goiania), Alemania (Hamburgo-Krümmel, Wergassen), Eslovenia (Krsko), Rusia (Siberia Tomsk-7, Balakovo), Solvakia (Bohonice), Lituania (Iganlina), Bulgaria (Kozlodoy), Francia (Román -Sur Isère, Areva-Tricastin), China (Zhejiang), Iran (Racht), Estado Unidos (Three miles Island, Buchanan-CON Edison), Canada (Chalk River), Corea del sur (Wolsung), India (Mayapuri, Hyderabad), Japón (Tsuruga, Tokaimura, Mihama). En todos estos casos existen fuertes evidencias de severas afectaciones a la salud de las poblaciones afectadas, siendo los casos mas graves, la incidencia anormal de casos de cáncer y mal formaciones congénitas graves.
Una de las formas más comunes de justificar la explotación y procesamiento del uranio, ha sido invocar el uso con fines pacíficos (producción de energía, medicina, industria). Independientemente de su uso, que bien puede ser para fines no bélicos, la producción y procesamiento de uranio, conlleva una enorme carga de impactos y riesgos ambientales y sociales, que minimizan las buenas intenciones de su producción. Tampoco tiene mucho sustento lógico argumentar, que si otros países han adoptado una producción energética nuclear, nosotros también estamos en nuestro derecho de hacerlo, pues equivale a decir que, si otros países viven bajo la amenaza de accidentes nucleares y soportan una fuerte contaminación de muy alto riesgo, nosotros también podemos ir por ese camino. Otra forma común de justificar el uso de la energía nuclear, es argüir, que es una energía limpia, apelando a las menores emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, si se toman en cuenta los efectos de una contaminación especialmente peligrosa en todas sus etapas, el carácter “limpio” llega a ser solo una palabra.

El uranio en la naturaleza se presenta en muy bajas concentraciones (unas pocas o ppm) en rocas, tierras, agua y los seres vivos. Para su uso, el uranio debe ser extraído y concentrado a partir de minerales que lo contienen como por ejemplo la uranita, tantalita y la pechblenda. Las rocas son tratadas químicamente para separar el uranio, convirtiéndolo en compuestos químicos de uranio. El residuo se denomina estéril. Esos estériles contienen las mismas sustancias radiactivas que poseía el mineral original y que no fueron separadas, como el radio, el torio o el potasio. El uranio natural está formado por tres tipos de isótopos: uranio-238 (U-238), uranio-235 (U-235) y uranio-234 (U-234), todos ellos emiten radiación por la inestabilidad de sus núcleos atómicos.
El U-235 se utiliza como combustible en centrales nucleares y en algunos diseños de armamento nuclear. Para producir combustible, el uranio natural es separado en dos porciones. La porción combustible tiene más U-235 que lo normal, denominándose uranio enriquecido, mientras que la porción sobrante, con menos U-235 que lo normal, se llama uranio empobrecido. El uranio natural, enriquecido o empobrecido es químicamente idéntico
El ciclo de un combustible nuclear empieza en minas, comúnmente en yacimientos derivados de pecblendas (tipo de roca rica en zinc y azufre). El mineral es triturado y pulverizado, luego se procede a obtener la “torta amarilla” (“yellow cake”) una mezcla de óxidos de uranios que es la base para el núcleo del reactor y la reacción en cadena. Después de la obtención de la “torta” (80% de uranio) quedan 100 veces su peso en arenas residuales o colas y miles de litros de líquidos residuales, todos estos residuos son químicamente tóxicos y radiactivos.
El uranio empobrecido es el menos radiactivo y el enriquecido el más radiactivo. A parte de la radiación emitida y el riesgo de cáncer, el uranio en cualquiera de sus formas (natural, enriquecido o empobrecido), al ser un metal pesado, posee toxicidad, pudiendo afectar especialmente al sistema renal.


Una mina que produce unas 1.000 toneladas de uranio al año, deja 250.000 toneladas anuales de colas radiactivas. En general por cada kilogramo de uranio procesado se genera una tonelada de residuos altamente radiactivos con abundancia de radio 226, torio 234 y gas radón. Uno de los grandes problemas de los países que apuestan por la energía nuclear, es el destino de los residuos, que son de alta peligrosidad, ya que su disposición final además de ser muy costosa, también comprende riesgos de fugas.

Cualquier actividad que produzca o use materiales radioactivos, como el uranio, genera desechos y residuos nucleares. La minería nuclear, los procesamientos, y la generación de energía nucleoeléctrica, producen subproductos en forma de residuos y desechos radioactivos, los cuales emiten radiación ionizante, potencialmente dañina para las células y por tanto para la salud y la vida. La basura radioactiva puede encontrarse en forma gaseosa, líquida o sólida y su nivel de radioactividad varía. En las zonas de mineración de uranio, los polvos con material radiactivo que son inhalados por operarios y gente local, son la fuente más probable del alto número de casos de cáncer de pulmón.

Tanto las radiaciones ionizantes de alta intensidad, como las de baja intensidad, pueden modificar la genética del cuerpo humano, ocasionando crecimiento de tumores, problemas tiroidales, daños al sistema inmunológico, defectos de nacimiento, problemas cutáneos, y diversas disfunciones gástricas, renales, hepáticas, daño neurológico, leucemia, cáncer y muerte. El riesgo que corre una mujer, expuesta a una fuente radioactiva es de casi el doble del que corre un hombre en iguales circunstancias. También son muy elevados los riesgos de teratogenia o mal formación placentaria, en el período de gestación. Los niños lactantes son hasta cuarenta veces más sensibles que los adultos porque sus células se dividen más rápidamente y su sistema inmunológico aún está inmaduro.

Un informe preparado por la Asociación Médica de British Columbia (Canadá), advierte que, debido a la desintegración o decaimiento de materiales radiactivos como radio y torio en los depósitos de desperdicio de las minas de uranio, se producen un incremento gradual de emisores de gas radón al ambiente por miles de años, convirtiendo el área de 10 Km. a la redonda de dichas parvas, en un lugar significativamente riesgoso para la salud y potencialmente inhabitable.

En la Argentina ya existen serios problemas de colas radiactivas en las zonas de Sierra Pintada y Malargue en Mendoza. Nunca se realizó la remediación, los residuos generados siguen en Sierra Pintada: 1.700.000 toneladas de colas de uranio, 5.340 tambores comunes (algunos enterrados en trincheras comunes con tierra encima y otros directamente a la interperie); 1.200.000 tn de agua contaminada (agua de lixiviación del proceso de extracción) con materiales radiactivos, metales pesados y ácidos fuertes, ubicada en las canteras y diques de evaporación. Hay que sumarle los residuos ubicados a 1.000 metros del centro de la ciudad de Malargüe: 700.000 tn de colas de uranio y el abandono de 19.500 m3 de estériles de explotación y 2.500 m3 de marginales, en los alrededores de la mina Hüemul en Malargüe.

En cuanto a la ventaja económica de producir energía con base a fuentes nucleares, es importante comprender los alcances y la relación de costo de producción de la energía nuclear y no caer en figuras demagógicas que ignoran la realidad y que hablan de producir “50 veces” más energía que la actual oferta del Sistema Interconectado Nacional (aprox. 1.000 MW). Tanto en el Brasil como en la Argentina la construcción de las plantas de energía nuclear Angra o Atucha, han sido puestos en un profundo debate, no solo por las enormes implicancias de riesgo ambiental, sino por lo oneroso en términos de costo/beneficio. Por ejemplo, en el caso del Brasil, las millonarias plantas nucleares Angra, con un costo total más de 6000 millones de dólares cada una en promedio, solo ofertan entre 600 y 1300 MW, esto es un 4 % del total de energía producida en el Brasil. La energía nuclear es una energía cara, su producción implica entre 0.5 a 0.8 $US por kWh generado, más cara incluso que la geotérmica (0.1 $US por kWh) y no comparable, desde luego, con energía térmica en base a gas, cuyo costo promedio es de unos 0.045 $US por kWh.

Algo que debería tener relación con la decisión gubernamental de fines del 2010, es que a fines del 2009, se anunció la prospección de uranio en la zona del cerro Cotaje, proceso impulsado por la entonces Prefectura de Potosí y con asignación de un presupuesto superior a los 2 millones de bolivianos. El año 2010 se realizaron otras prospecciones en dicha región, con participación de oficinas técnicas del sector minero del nivel central. Los resultados dados a conocer oficialmente a la prensa a fines del 2010 (La Patria, 10 octubre 2010), mencionan que dichas prospecciones resultaron un fracaso, puesto que solo se encontraron indicios no significativos del mineral. Esto llama mucho la atención, pues se conoce por información de prensa vertida por el propio Director Nacional de Minería (La Razón, 26 mayo 2009) que, “en la década de los 80, en la localidad de Cotaje, en Potosí, se explotó uranio en bajas cantidades (cinco toneladas por mes) bajo la cobertura del IBTEN y que incluso se llegó a producir cierta cantidad de material concentrado, denominado “torta amarilla”, y del cual nunca se puso su destino y razón.

¿Si no existe uranio explotable en la zona entre Potosí y Oruro, identificada hasta ahora como la de mayor potencialidad y con antecedentes de producción, entonces a que vienen los acercamientos oficiales con Irán y los anuncios de contar con su apoyo en materia de desarrollo de energía nuclear en el país, precisamente en Potosí? Podríamos suponer varias cosas: que es otro sinsentido político, que hay uranio en otras regiones y no se ha dado a conocer, o en el peor de los casos, que sí existe uranio en Cotaje y que las oficinas de minería están ocultando información por razones estratégicas. Sin embargo, en materia de uranio y energía nuclear, es necesaria la mayor transparencia posible, no se puede realizar un manejo discrecional de la información u obviar la aplicación de los instrumentos y medidas de regulación y control más estrictos previstos en la normativa ambiental. Tenemos como un mal antecedente, las “operaciones piloto” de litio en el Salar de Uyuni y el anuncio del arranque de operaciones industriales, sin conocimiento de que exista una Ficha ambiental o la aplicación de los otros instrumentos de regulación previstos en la normativa, ello a pesar de que ya existe una afectación considerable al Salar en las zonas adyacentes a la boca del Río grande de Lípez.

Todo esto demuestra que la gestión ambiental en el país, sigue siendo la quinta o sexta rueda del carro; bajo dicha condición, cualquier operación minera o energética importante, reviste muy alto riesgo, mucho más cuando se trata del uranio y energía nuclear. Este retroceso hace que los discursos de protección de la Madre Tierra, hayan quedado más vacíos y carentes de sentido como nunca antes.

Fuentes

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Páginas electrónicas consultadas
www.ecoportal.net
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www.ambientum.com
www.ambiental.net
www.panoramaenergético.com
www.greenfacts.org
www.accion-energia.com
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mendozacontaminada.blogspot.com
www.eco-sitio.com.ar
www.ambientum.com
www.ops.org.bo

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